viernes, 25 de abril de 2008

Historia de Despedida

Asumo que esto es lo último que él vino a decirme. Que estábamos muertos, incluso, que nunca habíamos estado vivos .Aparece una sombra y su reflejo. Tal vez haya sido mi imaginación, pienso. Estuve turbada, presa, febril. Tal vez un sueño, pretendo.
Vuelvo caminado las cuadras que separan mi casa de aquella esquina nefasta en donde todo quedó desnudo. Una esquina. Solo un cruce de calles para algunos, la muerte en vida para mí. Para mí una esquina, para otros una plaza, una habitación, una casa, una vereda, una playa, una noche, una palabra.
Me siento un rato. No entiendo. Estoy confundida. Ayer nosotros. Hoy nadie. Ni los recuerdos. Ni la memoria.
Empiezo por olvidarme de lo más fácil, su voz. Siempre tuvo una voz rara, dulce y picante, ardua y pareja, suave y espesa. Una voz atormentada de historias pasadas, rayanas, sangrientas. La voz que nunca salió cuando quiso pronunciarme una noche.
Sigo con sus silencios. Eternos, dolorosos, punzantes, perpetuos. Silencios que nunca entendí, que ignoré, que desconocí, pero que me hirieron tanto como los adioses que parecían ciertos.
Su cara continúa. No quiere irse. Todavía la siento cerca de mi oído. Tal vez la deje para lo último. Tal vez ella me deje para lo último.
Me caigo .Me levanto. Me vuelvo a caer. Lloro.
Estuvo? Me fijo bien. Ahí aparece.
Su sonrisa, su espera, sus palabras.
Me pregunto ¿Cómo es el desamor? A que sabe? como es quedar preso en el cuerpo de otro? Como alguien sigue apareciendo después en todas mis desventuradas travesías?
Decidió saludarme desde lejos y ya no venir a mi encuentro. Cerré los ojos y ya no lo vi. Desapareció .Me dejó .Lo dejé ir. ¿Existió?
Pienso y me pregunto si en verdad hubo un antes y un después de él. Si con el fui todo lo que nunca voy a volver a ser. Si en realidad fue a el a quien dediqué varias páginas de mi libro, muchas horas, miles de sonrisas, entregas, gestos , silencios. Si era a el a quien le escribí cartas, notas, poesía, prosa, papelito, servilleta y revista. Si lo soñé de mil formas y de esas mil lo hice mío. Si lo enterré en el más recóndito de los mares y me ahogué mil veces para salvarlo. Si baile su música y sentí sus sueños y parí su sangre.
Si corrí. Si salí a buscarlo muchas veces cuando se iba y me escondí otras tantas para ver si me buscaba .Si fui tuya siempre. Si fui señora, y niña, mamá, hermana, novia y amiga.
Si fui yo.
Y trato de seguir olvidando. O recordando.
Sin querer me olvido en que posición dormía. Y sigo.
Frente a mí pasa un hombre. Yo se que es él, pero cómo asegurarlo…
Cómo pude? como pude olvidarlo.
Creo que lo logré, quizás, porque nunca dejamos de estar muertos por miedo a estar completamente vivos.



Se puede vivir una larga vida sin aprender nada.
Se puede durar sobre la tierra sin agregar ni cambiar
una pincelada del paisaje.
Se puede simplemente no estar muerto
sin estar tampoco vivo.
Basta con no amar. Nunca. A nada. A nadie.
Es la única receta infalible para no sufrir.
Yo aposté mi vida a todo lo contrario
y hacía mucho tiempo que había dejado de importarme
si lo perdido era más que lo
ganado.
Creía que ya estábamos a mano el mundo y yo,
ahora que ninguno de los dos respetaba demasiado
al otro.
Pero un día comprendí que todavía podía hacer algo
para estar completamente vivo
antes de estar definitivamente
muerto. Entonces... me puse en movimiento!

No hay comentarios: